domingo, 5 de abril de 2015

Muñecos y libros

Los libros, las películas, las historias en general, son una fuente de inspiración inagotable para los creadores de muñecos. El muñeco es la encarnación de un personaje que evoca, a su vez, toda una historia, o más sencillamente un ambiente, una atmósfera. Qué niño no ha deseado con todas sus fuerzas tener un cervatillo de peluche (a falta de uno de verdad) al que abrazar después de leer Bambi: su propio Bambi, con quien recordar los rincones del bosque y sentir, como sintió durante la lectura, que ese personaje es su amigo, que sería su amigo si se hubieran conocido en el mundo real.

Es curioso que la corriente de inspiración entre libros y juguetes funciona en las dos direcciones: el osito que el pequeño Christopher Robin llevaba consigo a todas partes se convirtió en el protagonista de los cuentos de Winnie-the-Pooh, y nuestra admirada Lalylala inventa historias encantadoras para acompañar a sus muñecas cuando las ofrece al mundo.

De maneras mucho más indirectas y mucho menos ambiciosas, los libros que me rodean tantas horas al día también han influido en las muñecas que he ido tejiendo en el último año. Ejemplo: Witika.


Esta muñeca comenzó de la clásica manera “tengo estas lanas por ahí, a ver qué sale”. Dado que las lanas eran roja y marrón, salió, naturalmente, una niña negra vestida de rojo. Y mientras la tejía, todos los días colocaba en su sitio este álbum sobre una niña africana, ilustrado con acuarelas llenas de colores cálidos. Cuando terminé la muñeca, con sus bucles muy rizados, tenía claro que solo podía llamarse Witika.

Otra manera en que los libros pueden servir de inspiración: recordándonos la belleza de las palabras. Los libros de Karen de Lisbeth Slegers me recordaron lo bonito que me había parecido siempre el sonido de ese nombre; así pues, mientras mi segunda muñeca tomaba forma, decidí que se llamaría Karen. (Esta serie de libros se ha adaptado al español como Laura... ¿Deberé tejer una Laura?).



Después de Karen tenía muchas ganas de tejer un marinerito, y así lo hice. Hay una fascinación en la idea del mar y los marineros, y quise que el nombre del muñeco tuviera que ver con esa idea. Enseguida me acordé de La balada del viejo marinero, y por eso el muñeco se llama Sam: por Samuel Taylor Colerigde, el autor de ese poema. El hecho de que la relación entre el nombre y el mar sea tan rebuscada me parece que lo hace más divertido... o quizá debí haberle llamado Ismael, como el narrador de Moby-Dick.

"Call me Ishmael!... I mean, Sam"

Los tres con sus libros respectivos. Aunque la influencia de la palabra escrita sobre estos muñecos no sea muy evidente, para mí ha sido una parte preciosa del proceso de crearlos.



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